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El México bravo que afronta las adversidades emergió con fuerza de nuevo un maldito 19 de septiembre. El mismo día en que se cumplían 32 años desde la mayor tragedia de la historia reciente del país, otro terremoto sacudía a la capital y a varios Estados cercanos. Más de 200 personas han muerto y decenas de edificios han quedado reducidos a escombros. Una macabra coincidencia, la de la fecha, a la que respondieron los ciudadanos con la misma entereza que ya exhibieron hace tres décadas. Los momentos de pánico inicial tras la sacudida de magnitud 7,1 dejaron paso a un aluvión de solidaridad, una comunión espontánea con la que tratar de minimizar el dolor. La capital mexicana se echó a la calle con un solo propósito: ayudar. Ayudarse.
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El México bravo que afronta las adversidades emergió con fuerza de nuevo un maldito 19 de septiembre. El mismo día en que se cumplían 32 años desde la mayor tragedia de la historia reciente del país, otro terremoto sacudía a la capital y a varios Estados cercanos. Más de 200 personas han muerto y decenas de edificios han quedado reducidos a escombros. Una macabra coincidencia, la de la fecha, a la que respondieron los ciudadanos con la misma entereza que ya exhibieron hace tres décadas. Los momentos de pánico inicial tras la sacudida de magnitud 7,1 dejaron paso a un aluvión de solidaridad, una comunión espontánea con la que tratar de minimizar el dolor. La capital mexicana se echó a la calle con un solo propósito: ayudar. Ayudarse.
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