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Horace Pritchard nunca pensó que el viento que sopla en las tierras que cultiva en Pasquotank, en Carolina del Norte, fuera a convertirse en una materia prima como la soja, el maíz o el trigo. Y ni mucho menos que los gigantescos molinos de viento que Iberdrola plantó en su propiedad alimentasen los centros de datos que unas millas más arriba al norte opera Amazon en Virginia y que hacen funcionar su móvil.
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Horace Pritchard nunca pensó que el viento que sopla en las tierras que cultiva en Pasquotank, en Carolina del Norte, fuera a convertirse en una materia prima como la soja, el maíz o el trigo. Y ni mucho menos que los gigantescos molinos de viento que Iberdrola plantó en su propiedad alimentasen los centros de datos que unas millas más arriba al norte opera Amazon en Virginia y que hacen funcionar su móvil.
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