LA NACIÓN
Hace cinco meses, el CEO para América latina de una de las tarjetas de crédito más importantes del mundo me decía: "Nosotros tenemos asegurado el futuro de nuestro negocio, porque hemos sido exitosos los últimos 50 años", y acto seguido, con ojos de duda, preguntó: "¿Será así, lo tendremos asegurado?" En el mundo, la expectativa de vida de las personas crece, pero la de las empresas está en baja. En un estudio reciente, Lester Carl Thurow, doctor en Economía por la Universidad de Harvard y ex decano de MIT Sloan School of Management, compartió que en 1920, una empresa norteamericana duraba 65 años y en 2007 la expectativa de vida había caído a diez años. Hoy, una empresa podría durar cinco años. ¿Por qué? La respuesta la ofrece el mismo autor en términos biológicos: se trata de una revolución invisible similar a la producida por las capas tectónicas, pero esta vez sucede a velocidades infernales, producida por la mezcla de tecnologías exponenciales. La cantidad de información que producimos es abismal. Las empresas que no se reinventen (adapten, en términos "darwinianos") desaparecerán en pocos años. Compañías de miles de millones de dólares verán volar por los aires sus "exitosos" negocios en menos tiempo de lo que creen, y a diferencia de épocas anteriores no lo harán en manos de sus conocidos adversarios o competidores, sino en manos de jugadores que ni siquiera tienen en el radar. Los ejemplos sobran, desde la industria de relojes, pasando por la tecnología, la electrónica, hasta la automotriz, nadie tiene el futuro asegurado.
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