Del tiempo en que el brillo de Vaca Muerta encandilaba al actual momento de vacas flacas existe un trecho tan corto que cuesta asimilar el cambio. El escenario de protesta social se acentúa y se muestra con la continuidad de una sierra sinfín, una combinación que colorea postales nuevamente de la lejana década del 90.
Fuente: Rio Negro
   
Mientras la economía se enfría también en Neuquén, que tuvo años de liderazgo en el podio de consumos en hipermercados y otros rubros, la intermitencia de los reclamos gremiales y sociales empieza a ser cada vez más breve y las protestas crecen en contundencia. Para aquellos que conservan el trabajo e integran el universo de la fuerza laboral sindicalizada, la pelea se mantendrá si la inflación sigue viajando en avión y las recomposiciones salariales en colectivo. Y para los que no tienen empleo, o lo van perdiendo en el camino, subir la pendiente será una tarea agotadora si la economía no se recupera.
 
Los paros y los cortes de rutas mantuvieron un lugar de privilegio en la agenda política de la semana, y la salida del conflicto se logró con plata después de una negociación en tiempo de novela, como sucede cada vez que se enfrentan gremios y gobierno.
 
Un referente de la oposición, que en el tiempo desarrolló estrategias sólidas de convivencia con el partido provincial, opinó que el MPN acostumbra a “alquilar la paz social”. Con esta ironía, se refería al acuerdo salarial que firmaron el jueves representantes del gobierno con la dirigencia de los gremios estatales –una compensación por única vez de 2.500 pesos por los desequilibrios causados por la inflación y una mesa de negociación para el resto del año que se reunirá a partir de mañana– y a los 4 millones de pesos que el Estado comprometió como aporte a las cerámicas administradas por los trabajadores, a cambio de materiales que se utilizarán para la obra pública.
 
El directivo de una empresa petrolera líder, que aún no maneja el peine fino de la política local, estuvo esta semana en Neuquén y se mostró sorprendido por el grado de conflictividad social. La llegada de su vuelo en avión se demoró por la neblina, un suceso meteorológico que también tuvo su cuota de protagonismo en los últimos días. Pero en tierra firme otra cortina nublaba la vista: el humo de los piquetes.
 
Formado en la lógica del funcionamiento de las conducciones corporativas empresariales, donde los resultados de los números empujan a las decisiones, el representante de la compañía se llevó un resumen enciclopédico de la historia social y política contemporánea de una provincia que está entrenada en la demanda y cuenta con una población que tiene, desde hace tiempo, un umbral alto de expectativas, alimentadas en buena medida por la industria petrolera.
 
Los que saben mucho de esta cuestión son los trabajadores del sector. Esta semana Guillermo Pereyra, secretario general del sindicato y senador por el MPN, no pudo dar un paso al costado en el gremio, como tenía previsto, por una interna que ni él pudo controlar. “(Marcelo) Rucci y (Ricardo) Astrada se sacaron la mierda antes de subir a este escenario para poder llegar a ustedes con un solo discurso”, fue la frase de Pereyra que dio cuenta del fracaso de la unidad, pronunciada ante una multitudinaria asamblea de afiliados que se llevó a cabo el jueves último en Rincón de los Sauces.
 
Un operativo clamor previamente organizado para cubrir este déficit volvió a colocar al sindicalista en el camino de conductor eterno de la organización gremial. Encabezará la lista una vez más y seguirá otros cuatro años al frente del sindicato, cargo que ocupa desde diciembre de 1984.
 
Pereyra lidia con una industria que está ajustando y ya no negocia envidiables sumas fijas y porcentajes de recomposición salarial por encima de la inflación. Desde hace un tiempo, el sindicalista patalea bastante menos, mientras acepta jubilaciones de trabajadores que aún están en condiciones de aportar experiencia.
 
Un referente de la oposición opinó que el MPN acostumbra a “alquilar la paz social”, Se refería así al aporte a las ceramistas y al acuerdo con estatales. Pereyra lidia con una industria que va ajustando y ya no negocia envidiables sumas fijas ni acuerdos salariales por encima de la inflación.