TNS LATAM
Los precios del barril de crudo que se orientan hacia los 50 dólares tanto para el Brent como para el WTI han disipado la situación de tensión extrema entre los países miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) registrada en los primeros meses del año. Mientras los delegados a la 169 asamblea semestral de los exportadores que se reúne mañana en Viena llegan a la ciudad la diplomacia de los pasillos muestra a los dos miembros del cartel más abrumados por la caída internacional de los precios desde el verano de 2014, Venezuela y Nigeria, menos beligerantes con Arabia Saudí. El cartel de productores fijó el rumbo de un escenario sin intervención en los precios cuando en el verano de 2014 comenzaron a caer las cotizaciones del crudo. La profundización de esta caída ha provocado una fuerte erosión en los ingresos de todos los exportadores que han quedado al borde una crisis fiscal. Ambos países han sido los portavoces más enérgicos de un acuerdo para limitar la producción destinado a incrementar los precios del crudo, una alternativa a la que los saudíes se han negado de forma rotunda. En este contexto la estrategia de sacar del mercado a los productores menos eficientes y más caros, dedicados al crudo y al gas no convencional en Estados Unidos, ha demostrado tener un coste muy alto que los miembros del cartel pagan de forma desigual.
Mientras la estrategia parece haber sido hasta ahora exitosa ha tenido como efecto colateral quebrar el concepto de mutualización del beneficio mediante la intervención en los precios del crudo con la producción. “Esto hace virtualmente imposible que en la reunión semestral de la OPEP esta semana se adopte una decisión sobre limitación de la producción de crudo”, señaló a ICNreport una fuente diplomática próxima al cónclave.
Irán, decidido a recuperar su cuota de mercado debilitada por años de sanciones económicas, ha ido aumentando su producción diaria de forma sistemática desde el acuerdo con el bloque de naciones occidentales que exigieron un pacto sobre el desarrollo nuclear del país a cambio del levantamiento de las sanciones. A resultas de ese esfuerzo ha aumentado la producción en un quinto hasta los 3,4 millones de barriles diarios.
Si hay algo que los saudíes, embarcados en una transformación profunda de su economía que requiere una fuerte movilización de capitales, no están dispuestos a aceptar es una pérdida de mercado a manos de sus enemigos políticos regionales, sin embargo su producción sigue oscilando en torno a los 10 millones de barriles diarios. A este cuadro se suma la presencia de Irak que ha incrementado su producción en un tercio en dos años hasta los 4,4 millones de barriles diarios. Existe el temor entre los exportadores más débiles de que en este cuadro Arabia Saudita, tal cual lo insinuó en el pasado reciente en más de una oportunidad, decida incrementar la producción reforzando la competencia entre estos tres grandes productores. Basta recordar que hasta antes de las sanciones Irán era el segundo exportador de la OPEP. Esto contrapone de forma radical a los productores lanzados a recuperar mercado y enzarzados en una guerra comercial entre sí con los otros exportadores con padecimientos estructurales distintos.
Cuatro buques tanque cargados con dos millones de barriles de crudo fletados por BP se encontraban amarrados en una terminal del caribe esta semana a la espera de que Petróleos de Venezuela (PDVSA), la petrolera estatal venezolana, pague la carga. Los barcos son parte del crudo contratado en marzo mediante concurso con BP y China Oil por un total de 8 millones de barriles. En abril se despacharon tres buques tanque, pero ahora hay siete en espera de los cuales cuatro fueron contratados por BP. Los ocho millones de barriles son de crudo ligero WTI destinados a cortar los crudos pesados venezolanos para poderlos tratar en sus refinerías. Lo cual quiere decir que el trabajo en las refinerías se ha visto afectado por la falta de liquidez de PDVSA y ésta a su turno es resultado directo de la caída de ingresos de la empresa estatal tras la crisis de precios del crudo.
De acuerdo con fuentes del sector, PDVSA ofreció pagar mediante un canje con su propio crudo pero el grado API de esa producción no se ajustaba a las necesidades de BP. La petrolera venezolana comenzó a retrasar los pagos de crudo el año pasado en medio de una recesión en el país y una crisis fiscal y de pagos del estado. La situación del país no solo es reveladora de la incapaz gestión del Gobierno sino además del efecto sobre su política de subsidios de la caída de los precios del petróleo. Por añadidura el país tiene cortado el acceso al crédito internacional, una imagen muy distinta a la que ofrece Arabia Saudí.
El Gobierno saudí ha convocado a Riyad a un grupo de bancos internacionales para informarles de su intención de sacar al mercado su primera emisión de bonos en dólares por importe de 15.000 millones de dólares. El crecimiento económico en el reino ha caído al 1% del PIB mientras el Gobierno se ha visto obligado a recortar el presupuesto y vaciar sus arcas para taponar el déficit fiscal del país. La decisión de acudir a los mercados no tiene precedentes en este país que se ha financiado con las exportaciones de crudo a lo largo de su historia.
Pero a la crisis fiscal se suman los objetivos de inversión de un plan de transformación de la estructura económica del país de éxito improbable. Ambos extremos del espectro, Venezuela y Arabia Saudita, describen con precisión la grieta que atraviesa a los intereses nacionales divergentes entre las naciones miembro de la OPEP. La pérdida de objetivos comunes puede suponer el comienzo del fin para el cartel de exportadores.