Lejos de tener años para encontrar la manera de frenar los riesgos del cambio climático, nos enfrentamos a un momento decisivo.
Fuente: El Financiero
  
Martin Wolf - Financial Times
 
Éste es el argumento presentado en un documento preparado por académicos de la Universidad de Oxford. Nos hemos acostumbrado a la idea de que será imposible combustionar una gran parte de las reservas estimadas de combustibles fósiles si el probable aumento de la temperatura media global se ha de mantener por debajo de los 2 grados Celsius. Pero los combustibles no son los únicos activos que pudieran ser abandonados. Una lógica similar se puede aplicar a ciertas partes del capital social.
 
Febrero fue el mes más cálido jamás registrado. La corriente de El Niño — el calentamiento del clima mundial provocado por el Océano Pacífico — ha elevado las temperaturas, tal como lo hizo en 1997-98. La supuesta pausa reciente en el aumento de la temperatura estaba relacionada con el salto repentino en ese momento. Una comparación entre el año 1998 y la actualidad muestra que la temperatura continúa aumentando, junto con las existencias atmosféricas de dióxido de carbono. Esto nos recuerda las realidades del cambio climático.
 
Además, dos formas de inercia regulan las políticas climáticas. En primer lugar, la infraestructura de generación de energía — la cual genera una cuarta parte de todas las emisiones antrópicas — es de larga duración. En la UE, el 29 por ciento de las centrales térmicas tienen más de 30 años de construidas y el 61 por ciento tienen más de 20 años. En segundo lugar, el dióxido de carbono permanece en la atmósfera durante siglos. Por lo tanto, es necesario pensar no en los flujos anuales, sino en las emisiones acumuladas o en un presupuesto global de carbono.
 
El documento de Oxford presupone, de manera optimista, que las emisiones de todos los demás sectores procederán de acuerdo con el rumbo para las emisiones decretado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) con el fin de lograr una probabilidad del 50 por ciento de mantener el aumento de temperatura por debajo de los 2 grados Celsius.
 
También presupone que las nuevas plantas de generación de energía se mantendrán en operación hasta el final de su vida económica normal. Bajo estas suposiciones, el capital social creado después de 2017 excedería el presupuesto global de carbono. Sin embargo, simplemente durante la última década, las emisiones implicadas en la inversión para la generación de energía se han incrementado en un 4 por ciento al año. Cambiar repentinamente a un nivel cero emisiones parecería inconcebible.
 
Las disminuciones aceleradas de emisiones provenientes de otras actividades aliviarían la naturaleza apremiante de este dilema, pero sólo modestamente. Y, lo que es peor aún, la dependencia del transporte de los combustibles fósiles será más difícil de reducir significativamente que la de la generación de energía. De hecho, la descarbonización de esta última es la forma más eficaz de descarbonizar el transporte: por medio de la rápida propagación de vehículos eléctricos.
 
Dentro de la propia generación de energía existen cuatro opciones. La primera sería un cambio a tecnologías de cero emisiones relativamente inmediato. La segunda sería modernizar la capacidad convencional con la captura y almacenamiento de carbono. La tercera sería sustituir el nuevo capital social con capacidad de emisión cero al comienzo de su vida. La última sería la introducción temprana de tecnologías para eliminar las existencias de carbono atmosférico.
 
La opción de proceder con la inversión en una planta convencional solamente para descartarla tempranamente sería malgastadora e ineficaz. Acortar una década de la vida media de las plantas generadoras de energía retrasaría el “año de compromiso” — después del cual tendríamos que desechar la capacidad adicional instalada antes de que alcanzara el final de su vida económica normal — a más tardar a 2023. Esto deja poco tiempo para transformar la trayectoria de inversión del mundo.
 
Después de la conferencia sobre el clima de París del año pasado, el mundo se congratuló por haber llegado a un acuerdo sobre un nuevo proceso, a pesar de que la acción real se pospuso. Pero el mundo no toma realmente en serio los asuntos climáticos, ¿no es cierto? El mundo prefiere — al igual que Nerón — tocar la lira mientras que el planeta arde.