La puesta en marcha de proyectos eólicos y solares en Colombia, Brasil, México, Perú, Chile y Argentina es tan solo algo de lo que se viene, pues se prevé que a más tardar en 2040, 70% de toda la electricidad sea fruto de este tipo de generación.
Fuente: La República
  
El interés que ha despertado el desarrollo de energías renovables en gran parte de América Latina es sin duda la apuesta más ambiciosa que tienen los gobiernos del continente para descarbonizar el ambiente e impulsar las nuevas tecnologías. La puesta en marcha de proyectos eólicos y solares en Colombia, Brasil, México, Perú, Chile y Argentina es tan solo algo de lo que se viene, pues se prevé que a más tardar en 2040, 70% de toda la electricidad sea fruto de este tipo de generación.
 
Así lo concluye el más reciente informe de Moody’s Investors Service, en el cual se detalla que la energía eólica y solar tendrán un papel integral en cómo se desarrollará el suministro de energía. No solo por las políticas públicas relacionadas con el cambio climático, sino también por la abundancia de recursos, las ganancias de eficiencia con mayor escala y el desarrollo tecnológico,
 
El informe añade que para toda la transformación energética se dará una inversión de un poco más de US$400.000 millones a 2040. Este dinero sería invertido por los países latinoamericanos con el fin de que anualmente se alcance una inversión de US$24.000 millones.
 
“Los costos de desarrollo de energías renovables seguirán disminuyendo rápidamente a medida que se intensifican los avances tecnológicos y la competencia entre los proveedores”, explicó Bernardo Costa, vicepresidente de Moody’s, quien añadió que hoy “19 de los 21 países de América Latina han establecido objetivos de energía renovable con diferentes alcances y plazos”.
 
Una de las alertas en todo el panorama energético que se vislumbra es que las generadoras de energía a base de carbón y petróleo necesitarán invertir más en energías limpias para permanecer activas. De acuerdo con el informe, la energía basada en carbón “perderá relevancia”, lo que generará que se vuelva poco rentable en algunos mercados, y ya no tengan alto grado de financiamiento.
 
Ante todas las expectativas del sector, dice Moody’s, Colombia “aún debe definir regulaciones para insertar una generación más intermitente”. No obstante, es de resaltar que en este momento el país ya tiene una hoja de ruta clara. Todo esto debido a que se planea que a mediano plazo las energías no convencionales pasen de una participación de 2% a 10% en la matriz energética.
 
En el camino para lograr ese objetivo, el Ministerio de Minas y Energía ya ha logrado dar los primeros pasos. La semana pasada adjudicó 1.298 megavatios de capacidad instalada a ocho proyectos: cinco eólicos y tres solares. “Este es el inicio de una revolución porque nos permite diversificar nuestra matriz eléctrica, la cual es muy limpia porque 70% proviene de fuentes hídricas, pero al mismo tiempo nos hace vulnerables ante la variabilidad climática y momentos de escasez como el Fenómeno de El Niño”, dijo hace unos días María Fernanda Suárez, ministra de Minas y Energía.
 
Germán Corredor, director de la Asociación de Energías Renovables (SER Colombia), aseguró que “dado que la subasta exige que los proyectos entren en operación a partir de enero de 2022, los retos que tenemos en el corto plazo para la construcción de los mismos están relacionados con el desarrollo de las consultas previas, la aprobación de las licencias ambientales, la adecuación de la infraestructura vial y portuaria para traer equipos”.
 
En toda esta radiografía de la región, el estudio de la calificadora de riesgo también asegura que los problemas financieros de Argentina han dificultado la mayor penetración de la energía eólica y solar. A este análisis se suma, igualmente, que países como Chile y Brasil son una muestra de una eficiente transición a la energía eólica y solar. Esto, debido a que el país austral, por ejemplo, aumentó la contribución de la energía solar al total degeneración a 7% el año pasado de casi 1% con los que contaba en 2007.
 
La razón por la cual en los próximos años la mayoría de países latinoamericanos alcanzarán una importante participación de no convencionales se debe a que los proyectos eólicos o solares son más baratos de desarrollar y operar. Esto, en comparación con los tradicionales basados en carbono que tienen costos más altos de montaje y de desarrollo, ya que no contemplan beneficios tributarios para su construcción.
 
¿Qué pasa si no hay transición?
 
Una de las alertas que hace Moody’s es que si no se da una transformación energética eficiente en América Latina habrá implicaciones económicas y geopolíticas. Esa es una de las conclusiones del informe, el cual destaca que “la combinación energética en evolución probablemente afectará las balanzas comerciales, la competitividad general de los costos de los productos nacionales y el equilibrio geopolítico”
 
Frente a estas alarmas, se añade que como importadores netos de combustibles fósiles, Brasil, Chile y México serían vulnerables a los riesgos de suministro. Todo esto debido a que estos países estarían expuestos a aumentar la importación de energía, lo que incrementaría los costos de las tarifas de los consumidores.