El hijo del secretario de Stroessner, favorito en las elecciones de un país que lleva 15 años creciendo sin freno gracias a la soja y las maquilas pero aún tiene un tercio de pobres.
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Ningún diputado paraguayo podrá decir que él no ve la pobreza. En el corazón del centro histórico de Asunción, a menos de 10 metros del Parlamento, separados solo por una calle, resiste firme la Chacarita, el barrio más humilde del centro, con algunas calles de barro y casas de chapa que se inundan constantemente. Es el Paraguay que muchos tienen en la retina: el país más pobre de Sudamérica, destrozado por la dictadura de 35 años de Alfredo Stroessner, una tierra de exilio y emigración. Pero a pocos metros de allí, en los barrios modernos de la capital, hay otro Paraguay, el de una clase media pujante –desde 2003 la pobreza pasó del 50% al 28%- que crece ininterrumpidamente al 4,5% desde hace 15 años, y el de los negocios fabulosos de la soja, las maquilas para fabricar los productos que consume Brasil y el del paraíso financiero, refugio de capitales para inversiones de argentinos y brasileños que quieren colocar su dinero en uno de los países más estables de América, sin altibajos de inflación, con impuestos bajísimos y trabajadores baratos sin conflictos.

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